DEFINICIÓN ORIGINAL
Bill Joy imaginó la comunicación D2D (del inglés: Device to Device,
dispositivo a dispositivo), como parte de su estructura de las "Seis
Webs" (en 1999 en el Foro Económico Mundial de Davos);19 pero no fue hasta
la llegada de Kevin Ashton que la industria dio una segunda oportunidad al
internet de las cosas.
En un artículo de 2009 para el diario RFID, "Esa cosa del 'internet de
las cosas'", Ashton hizo la siguiente declaración:
Los ordenadores actuales —y, por tanto, internet— son prácticamente
dependientes de los seres humanos para recabar información. Una mayoría de los
casi 50 petabytes (un petabyte son 1024 terabytes) de datos disponibles en
internet fueron inicialmente creados por humanos, a base de teclear, presionar
un botón, tomar una imagen digital o escanear un código de barras. Los
diagramas convencionales de internet. Dejan fuera a los routers más importantes
de todos: las personas. El problema es que las personas tienen un tiempo, una
atención y una precisión limitados, y no se les da muy bien conseguir
información sobre cosas en el mundo real. Y eso es un gran obstáculo. Somos
cuerpos físicos, al igual que el medio que nos rodea. No podemos comer bits, ni
quemarlos para resguardarnos del frío, ni meterlos en tanques de gas. Las ideas
y la información son importantes, pero las cosas cotidianas tienen mucho más
valor. Aunque, la tecnología de la información actual es tan dependiente de los
datos escritos por personas que nuestros ordenadores saben más sobre ideas que
sobre cosas. Si tuviéramos ordenadores que supieran todo lo que tuvieran que
saber sobre las “cosas”, mediante el uso de datos que ellos mismos pudieran
recoger sin nuestra ayuda, nosotros podríamos monitorizar, contar y localizar
todo a nuestro alrededor, de esta manera se reducirían increíblemente gastos,
pérdidas y costes. Sabríamos cuando reemplazar, reparar o recuperar lo que
fuera, así como conocer si su funcionamiento estuviera siendo correcto. El internet
de las cosas tiene el potencial para cambiar el mundo tal y como hizo la
revolución digital hace unas décadas. Tal vez incluso hasta más.20
Los estudios relacionados con el internet de las cosas están todavía en un
punto muy temprano de desarrollo. Como resultado carecemos de una definición
estandarizada para este término. Una encuesta realizada por varios
investigadores resume de alguna manera el término.
Bill Joy imaginó la comunicación D2D (del inglés: Device to Device,
dispositivo a dispositivo), como parte de su estructura de las "Seis
Webs" (en 1999 en el Foro Económico Mundial de Davos);19 pero no fue hasta
la llegada de Kevin Ashton que la industria dio una segunda oportunidad al
internet de las cosas.
En un artículo de 2009 para el diario RFID, "Esa cosa del 'internet de
las cosas'", Ashton hizo la siguiente declaración:
Los ordenadores actuales —y, por tanto, internet— son prácticamente
dependientes de los seres humanos para recabar información. Una mayoría de los
casi 50 petabytes (un petabyte son 1024 terabytes) de datos disponibles en
internet fueron inicialmente creados por humanos, a base de teclear, presionar
un botón, tomar una imagen digital o escanear un código de barras. Los
diagramas convencionales de internet. Dejan fuera a los routers más importantes
de todos: las personas. El problema es que las personas tienen un tiempo, una
atención y una precisión limitados, y no se les da muy bien conseguir
información sobre cosas en el mundo real. Y eso es un gran obstáculo. Somos
cuerpos físicos, al igual que el medio que nos rodea. No podemos comer bits, ni
quemarlos para resguardarnos del frío, ni meterlos en tanques de gas. Las ideas
y la información son importantes, pero las cosas cotidianas tienen mucho más
valor. Aunque, la tecnología de la información actual es tan dependiente de los
datos escritos por personas que nuestros ordenadores saben más sobre ideas que
sobre cosas. Si tuviéramos ordenadores que supieran todo lo que tuvieran que
saber sobre las “cosas”, mediante el uso de datos que ellos mismos pudieran
recoger sin nuestra ayuda, nosotros podríamos monitorizar, contar y localizar
todo a nuestro alrededor, de esta manera se reducirían increíblemente gastos,
pérdidas y costes. Sabríamos cuando reemplazar, reparar o recuperar lo que fuera,
así como conocer si su funcionamiento estuviera siendo correcto. El internet de
las cosas tiene el potencial para cambiar el mundo tal y como hizo la
revolución digital hace unas décadas. Tal vez incluso hasta más.20
Los estudios relacionados con el internet de las cosas están todavía en un
punto muy temprano de desarrollo. Como resultado carecemos de una definición
estandarizada para este término. Una encuesta realizada por varios
investigadores resume de alguna manera el término.
Bill Joy imaginó la comunicación D2D (del inglés: Device to Device,
dispositivo a dispositivo), como parte de su estructura de las "Seis
Webs" (en 1999 en el Foro Económico Mundial de Davos);19 pero no fue hasta
la llegada de Kevin Ashton que la industria dio una segunda oportunidad al
internet de las cosas.
En un artículo de 2009 para el diario RFID, "Esa cosa del 'internet de
las cosas'", Ashton hizo la siguiente declaración:
Los ordenadores actuales —y, por tanto, internet— son prácticamente
dependientes de los seres humanos para recabar información. Una mayoría de los
casi 50 petabytes (un petabyte son 1024 terabytes) de datos disponibles en
internet fueron inicialmente creados por humanos, a base de teclear, presionar
un botón, tomar una imagen digital o escanear un código de barras. Los
diagramas convencionales de internet. Dejan fuera a los routers más importantes
de todos: las personas. El problema es que las personas tienen un tiempo, una
atención y una precisión limitados, y no se les da muy bien conseguir
información sobre cosas en el mundo real. Y eso es un gran obstáculo. Somos
cuerpos físicos, al igual que el medio que nos rodea. No podemos comer bits, ni
quemarlos para resguardarnos del frío, ni meterlos en tanques de gas. Las ideas
y la información son importantes, pero las cosas cotidianas tienen mucho más
valor. Aunque, la tecnología de la información actual es tan dependiente de los
datos escritos por personas que nuestros ordenadores saben más sobre ideas que
sobre cosas. Si tuviéramos ordenadores que supieran todo lo que tuvieran que
saber sobre las “cosas”, mediante el uso de datos que ellos mismos pudieran
recoger sin nuestra ayuda, nosotros podríamos monitorizar, contar y localizar
todo a nuestro alrededor, de esta manera se reducirían increíblemente gastos,
pérdidas y costes. Sabríamos cuando reemplazar, reparar o recuperar lo que
fuera, así como conocer si su funcionamiento estuviera siendo correcto. El
internet de las cosas tiene el potencial para cambiar el mundo tal y como hizo
la revolución digital hace unas décadas. Tal vez incluso hasta más.20
Los estudios relacionados con el internet de las cosas están todavía en un
punto muy temprano de desarrollo. Como resultado carecemos de una definición
estandarizada para este término. Una encuesta realizada por varios
investigadores resume de alguna manera el término.
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